El odio es malo para la vida en sociedad, pero se me ocurrió un ejemplo práctico: el odio es capitalizable.

Para fines políticos o para justificar exclusiones sociales, el odio es la herramienta que habilita y que hasta cierto punto sirve como sustento para discursos de esta misma naturaleza; por ejemplo:

  • el anti caviarismo se basa en el odio a una imagen caricaturizada (la mayoría de ocasiones) de la izquierda progresista
  • el anti derechismo denuncia vínculos con grupos de ultraderecha y muchas veces estas denuncias tienen sentido pero muchas otras pecan de ser falacias de asociación
  • el anti progresismo se basa en directamente una ridiculización de demandas sociales comúnmente asociadas a la izquierda (el feminismo por ejemplo).

Nótese que todas estas posturas se basan en la oposición a algo y no necesariamente en la construcción de un proyecto político, por lo que sus fundaciones son débiles y a largo plazo la cohesión interna (o sea qué tanta unión hay entre las personas pertenecientes) es inviable, porque las ideas a las que se oponen van a cambiar a lo largo del tiempo y veo casi imposible cambiar una agenda y un programa (en especial cuando se trata de política) que se adapte a cambios tan rápidos.